En mayor o menor medida, se pueden elegir nuestras palabras pero no lo que expresa nuestro cuerpo. Parte de su interior se ve estimulado y atrapado y no sólo por formar parte de la obra.
Ellas, a través de un soporte finito, se han intentado hacer eternas. Vaya paradoja.
Eso sí, que no se preocupen. Cerrad los ojos. Abridlos. Las fotografías siguen ahí.
Aunque seamos sinceros: las fotografías nunca son lo que vemos.
Ana Gil