El proyecto desarrolla un seguimiento crítico de la acción del humano, en crescendo, como obstáculo principal en el crecimiento natural del paisaje vegetal, lo que a largo plazo nos perjudica.
Sobrecaminación a Santiago
La senda del peregrino deja estragos en el medio ambiente. Esta primera captura atisba a enseñar, entre la frondosidad de las plantas, un mojón a lo lejos, que sirve de guía al peregrino que se dirige a Santiago. Se presenta así la siguiente contradicción: lo que para el humano pudo ser en sus inicios una señal de uso práctico y sin excesivo impacto ambiental, se convierte con el tiempo en frontera paisajística al popularizarse la tradición de seguir las flechas amarillas.
Pasamanos de montaña
La serie sigue aumentando el nivel de intromisión por parte del hombre en la naturaleza con esta fotografía de una valla superpuesta sobre el paisaje. Puede pasar desapercibida, incluso puede resultar un elemento no demasiado impactante visualmente. La cuestión es ¿qué hace allí? Buscar un fin a esa valla resulta absurdo. ¿Se necesita realmente para bajar la montaña? ¿Acaso hay escaleras para bajar hasta la orilla del mar?
No hay límites para la DGT
Esta señal de tráfico, siendo común en la carretera, fue descubierta en una ruta de montaña, lo que pone de manifiesto la ironía del título. Cuesta encontrar la manera de meter un coche entre tal cantidad de irregularidades terrenales. Aunque los tres elementos presentados hasta este punto (el mojón, la valla y la señal) se asemejen en inutilidad práctica, el impacto visual de esta última resulta más potente por su imposibilidad para camuflarse entre el paisaje natural.
Papelera costera
Pasamos de la intrusión del humano en el paisaje con una finalidad más o menos evidente, al descuido del mismo sin motivo. La despreocupación humana por el medio ambiente se hace explícita en este paisaje de costa estropeado con basura.
Grafiti en primera línea de playa
El muro procedente de un mirador, construido por el hombre, invade bruscamente sobre el paisaje natural de playa. La infracción llega a su más alto grado cuando se observa que dicho muro ha sido garabateado. Al fondo, la foto delata a la especie culpable de ambos quebrantamientos premeditados.
Los tres caminos
Dejamos los elementos antropológicos con leve impacto ambiental y los descuidos delictivos del humano, para estudiar un nuevo aumento de la frontera antropológica sobre el paisaje. Esta fotografía de título poético, no explicativo, marca las distinciones entre tres tipos de separadores paisajísticos: el río (elemento natural, necesario y fijo, aunque con posibilidad de una futura desaparición ante la ausencia de lluvias), el hilo dibujado entre la luz solar y la sombra de la montaña (natural y temporal, variable en función de la hora del día, el tiempo atmosférico y la morfología del terreno) y el camino de asfalto (elemento impuesto artificialmente por el humano, es decir, antinatural, innecesario, permanente e irreversible).
Hiriendo a todo motor
Las carreteras que atraviesan esta montaña superan en dramatismo al camino anterior. Estas autopistas, así como la antena del fondo, transgreden bruscamente la vegetación. La necesidad de desplazarse en coche castiga visual y ambientalmente el panorama montañoso que se presenta ante nuestros ojos.
Cableado okupa
El primer plano de los cables disminuye el conjunto de sensaciones que podría transmitir un fondo de estas características y contribuye al malestar perceptivo. Resulta chocante encontrar la huella humana hasta en el espacio más impoluto. No hace falta mudarse a la ciudad para encontrar evidencias antropológicas que forjen frontera sobre el paisaje.
Los molinos no nacen de la tierra
Definición de “molino” según la RAE: -Máquina para moler, compuesta de una muela, una solera y los mecanismos necesarios para transmitir y regularizar el movimiento producido por una fuerza motriz, como el agua, el viento, el vapor u otro agente mecánico-. El humano antepone sus necesidades y caprichos a las posibles repercusiones que puedan darse en el paisaje. Lo que a priori puede resultar práctico, llamativo, incluso visualmente bonito, como es este molino de viento y los adornos de flores que le rodean, no es más que una construcción artificial impuesta por el hombre a su antojo. Ni los molinos crecen de la tierra, ni las flores nacen combinadas con el color de las sombrillas.
El conjunto de especies vegetales no autóctonas, perfectamente colocadas, cortadas y cuidadas en torno al molino, crea una hermosa imagen antinatural que cierra la serie. Con ella, la idea reiterada de manipulación humana que irrumpe sobre el paisaje llega a su más alto grado. No existen límites en la imaginación del hombre; poseemos un don extraordinario para crear lo imposible. Pero sí que existen límites para las víctimas que sufren en silencio nuestras absurdas ideas: la vegetación, las especies animales… Las fotografías recogen algunos de los tropiezos paisajísticos que llevan la firma del hombre, merecedor de las penurias que le esperan en un espacio sin naturaleza y cada vez más contaminado. El mojón del camino, que dio comienzo al recorrido fotográfico, termina siendo la primera piedra de una frontera que se extiende de forma precipitada sobre un paisaje cada vez más adulterado, que perderá sus raíces y su autonomía vital.
Beatriz Estirado