No me mires… Léeme

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Qué simpleza la tuya, la mía… Qué simpleza la vuestra, la nuestra… Cuando me miro, me miras; cuando nos miramos y cuando me miráis. Qué simpleza la nuestra pero qué belleza la del corazón.

Que mi Yo es la mirada, la que refleja mi alma. Que mi Yo es el alma, la que conjuga mis ideas… Ideas que bailan al son del corazón. Que no soy más que un libre baile de pensamientos y delirantes actitudes al compás del latido de mi corazón. Que lo demás me está de más, que es puta apariencia y cruda fachada. Que la fachada no es el escaparate del alma. Que su transparencia son las acciones que nos definen, nuestras ideas sintonizadas y pensamientos entrelazados.

Que no importa la portada con la que camino porque Yo… Yo soy la misma. Que lo bonito y lo grande se construye día a día y no con una apariencia. Que da igual cuál sea mi portada, mi carruaje… Lo importante es mi interior, mi corazón. Que el cuerpo está sobrevalorado y el corazón, menospreciado.

Que la belleza es otra cosa. La belleza es la manera en la que conjugo mi cuerpo con mi corazón… La forma en la que, juntos, escriben la melodía.

Que la apariencia es la simpleza y el alma, la pureza.
Que la grandeza está en la acción.
Qué simpleza la nuestra y qué belleza la del corazón.

No me mires que soy la misma… Léeme.

Tamara Alfaro Tomás

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